Los huesos de cristal

Mi hijo, con apenas un año y medio de edad, tuvo una serie de roturas de huesos muy continuas. Se le diagnosticó la enfermedad de Osteogénesis Imperfecta conocida más comúnmente como “enfermedad de los huesos de cristal”. Debido a esta enfermedad, que no tiene cura, los huesos están tan débiles que se rompen al mínimo golpe. Fue muy duro ver al pobre niño en el hospital y el quirófano. Una cosa sorprendente es que nunca se quejó. Pasado el tiempo de escayola, tardaba otros dos meses en volver a andar; pero en este lapso se le juntaba con otra fractura (sufría unas cuatro al año). Los médicos dijeron que esta enfermedad no tenía cura, pero iniciaron un tratamiento experimental de manera muy continua (al principio cada mes, luego fueron distanciando) para intentar disminuir el número de fracturas. Un día, el doctor nos dijo: “A no ser que la densitometría dé perfecta, lo cual es imposible, deberíamos aumentar el tratamiento”. Éste fue el gran favor de la M. Félix: de los 300 casos que estaban tratando, ninguno se ha curado. Sin embargo, al hacer la prueba, mi hijo había mejorado notablemente, y los marcadores siguieron subiendo hasta tener la densidad de los huesos de un niño sano de su edad. Diez años después, la situación ha seguido igual.

A.T., Madrid

La Madre siempre está conmigo

Soy antigua alumna del Mater Salvatoris, hace unos años entré a trabajar en TVE contratada hasta fin de obra. Me compré una casa y tenía miedo de quedarme sin trabajo y no poder pagarla. Al acabar el contrato, entré fija con sólo 901 días cotizados, cuando el mínimo son 900. Para mí fue un milagro, porque nadie entra fijo en TVE tan justo de días.

Esto no es lo único que la Madre Félix ha hecho por mí. Hace dos años a la abuelita de mi marido, entonces mi novio, le dio un infarto. Nos dijeron que no viviría. Le puse la estampa de la Madre Félix debajo de la almohada y, asombrando a los médicos, salió andando del Hospital. Al poco tiempo perdió la cabeza y le diagnosticaron alzheimer muy agresivo, la tuvieron que llevar a una residencia porque no se hacían con ella. Yo le volví a poner la estampa y, milagrosamente, su agresividad desapareció y se acordaba de todo.

A los 20 años me iba a presentar al examen práctico de conducir, la verdad, no estaba preparada. Me llevé la estampa de la madre Félix y la puse en la palanca de marchas, el profesor me dijo: “Por muchas monjitas que pongas no vas a superar la prueba…” ¡APROBÉ A LA PRIMERA!

Tantas y tantas cosas la pido que sería imposible contarlo, cada vez que algo me asusta ella está conmigo.

M.P., Madrid

No hubo que amputar

Al poco de morir la Madre Félix, a mi padre le dio una trombosis en una pierna. Fue, creo, un viernes por la noche cuando le vi el pie derecho morado. El sábado lo tenía frío, “muerto” y digo “muerto” porque hacía muy poco que acababa de morir la Madre y yo la había visto y era igual. Me asusté y llamé a mi cuñado, cirujano vascular, pero se había ido de caza. Cuando volvió el domingo lo ingresó, por urgencias, en su hospital de Alcorcón. Yo me llevé el rosario con el que había rozado el cuerpo yacente de la Madre y le acompañaba mientras intentaban reanimarle la pierna sin lograrlo. Enrique, mi cuñado, le empezó a preparar: mira Antonio, tú eres un hombre inteligente y si esta pierna no vuelve en sí, rápido, tendremos que tomar otras medidas… Llamaré a mi equipo y a las 6 de la mañana… (le iban a cortar la pierna), pero esperaremos media hora más… Entonces yo me agarré al rosario y le dije a la Madre: “¡Madre, tú le has querido mucho, hazme este favor, pero házmelo rápido!”. Y la pierna empezó a reaccionar. A las 6,00 a.m., en vez de amputarle, le sacaron un coágulo de 36 cm. Otra infinidad veces, gracias a ella, he conseguido del Señor favores menores.

M.C., Pamplona

Un hijo venido del cielo

No nos cabe duda de la intercesión de la Madre Félix en la enorme gracia recibida. Desde que la Madre Cristina, a través de mi hermana, me dio la estampa de la Madre Félix con la oración y un trozo de tela usado por ella, diariamente le rezaba con la mayor de las intensidades, anhelando el pequeño gran milagro. Lógicamente la intensidad aumentaba los días en los que esperábamos resultados. Recuerdo perfectamente cómo me enteré del resultado positivo mientras rezaba la oración. Estoy muy agradecida a la Madre Félix, a la Madre Cristina y a toda la compañía del Salvador, por la intercesión, las oraciones y el cariño recibido, que tanto me reconfortaba en esos difíciles momentos.

T.P., Madrid

«Félix, superación»

Cuando todavía no había transcurrido un año del fallecimiento de un gran amigo, nos comunicaron que otro amigo del grupo estaba ingresado en la UCI muy grave por una infección que evolucionó en pocas horas a una fascitis necrosante, de mortalidad elevada. Inmediatamente comenzamos todos a rezar, recordando el fatal desenlace de nuestro querido amigo fallecido, pero la infección no podía detenerse y comenzó a afectar a sus órganos vitales. Al ir a escribir un mensaje de ánimo a su mujer, el corrector del teclado me cambió por dos veces una palabra apareciendo «Félix» en su lugar. De nuevo, al continuar escribiendo, me cambió una nueva palabra por otra que decía «superación. Al leer «Félix superación» entendí que era a la Madre a quien debía pedírselo, así que rápidamente envié por Whats App la estampa, animando a difundirla y unirnos, los más posibles, en su oración. Como antigua alumna del colegio que he conocido personalmente a la Madre, puse en ella entonces, toda mi fe. La imaginé diciendo como tantas veces, «si hijita, no te preocupes que yo rezo por él», sintiendo de nuevo la paz, la serenidad y la confianza que ella siempre transmitía en sus palabras. Esa misma noche, recibí un mensaje de su mujer: «técnicamente se está haciendo todo lo posible pero ya está en manos de Dios. Rezaré a la M. Félix pues toda ayuda es poca en esta situación». Al día siguiente por la mañana, para sorpresa de todos, se le pudo quitar la sedación y el tubo respiratorio, saliendo de la UCI apenas un día y medio después. Ha sido un gran favor de la Madre Félix que agradeceré y recordaré siempre.

M.D.A., Roma