Hace cien años la Venerable Madre María Félix, descubrió su vocación. Tenía 14 años, se encontró con Jesucristo, que la amaba, y se ofreció a Él del todo y para siempre. Era el 13 de abril, Jueves Santo, de 1922.
Este encuentro tuvo una característica muy peculiar: sucedió en su colegio. Allí floreció la vida cristiana que María había heredado de sus padres y comenzó una vida de intenso apostolado y de búsqueda sincera de la voluntad de Dios. Hoy muchos, especialmente a través de los Colegios Mater Salvatoris, nos beneficiamos de los frutos de ese «Sí» pronunciado por María a los catorce años, así como de la acción de Dios en ella.
Cada vez más personas escriben para relatar un favor o para pedir a la Madre su intercesión en situaciones difíciles. Desde el mismo día del fallecimiento de la Madre y hasta 2005, su fama de santidad se fue extendiendo por España y Venezuela, en torno a los colegios. A partir de 2007, llegan cartas de toda Europa y algunas regiones de EEUU en que no está presente la Compañía del Salvador. En 2009, coincidiendo con la apertura de la Causa, se expandió su fama a Costa Rica y Filipinas. Desde entonces, no ha parado de crecer: Perú, Argentina, Cuba, México, Brasil, Colombia, Bolivia, Canadá, Indonesia, Tailandia, India, Malasia, Vietnam, Sudáfrica… Con Mounaya, alumna del Colegio de Kalalé, Benín se ha convertido en el centro de una cadena de oración transcontinental.
Los santos crecen en racimo. La Madre trató en vida a santos canonizados como San Juan Pablo II y otros que por su martirio o sus virtudes están en camino hacia los altares. El P. Peyton, recién proclamado venerable, es uno de ellos.
En 1961, la Madre se encontró en el aeropuerto de Caracas con un sacerdote desconocido que esperaba en vano que alguien fuera a recogerlo. Ella le ofreció coche y alojamiento en el colegio. Aquel sacerdote resultó ser el padre P. Peyton, C.S.C., que llegaba allí para preparar su primera “cruzada del Rosario” en el país. Desde ese momento se entabló una gran amistad entre él y la Compañía del Salvador y, por su medio, el Obispo de Bridgeport, estado de Connecticut, abrió a las religiosas de la Compañía las puertas de la primera fundación en EE.UU.
El pasado 18 de enero ha fallecido en Alcalá de Henares el que fue director espiritual de la Madre los últimos veinte años de su vida.
La M. María Félix conoció al P. Mendizábal en 1972, en una de las tandas de Ejercicios que predicaba. Fue en 1979, tras la muerte del P. Mazón, cuando se puso bajo su guía espiritual. La Madre vio siempre en él a un hombre de Dios y un profundo conocedor de su acción en las almas.
La conexión espiritual entre ambos fue inmediata, nacida de su profunda unión con Cristo. El P. Mendizábal, en su prólogo a la edición de los escritos autobiográficos de la Madre, escribió sobre ella: He tenido el privilegio de tratar espiritualmente a la Madre Félix en su madurez durante muchos años. Y siempre tuve la impresión de encontrarme ante una persona de categoría superior, una mujer extraordinaria en su mente, en su grandeza de corazón, en su visión de las cosas, en su elevación de espíritu, en su amor a Jesucristo y a San Ignacio, en su entrega sin límites, en su fidelidad a un carisma que le trajo muchos rompecabezas y problemas, pero al que se mantuvo fiel toda su vida, a través de muchos sufrimientos y también de muchas alegrías que el Señor le concedió.
Gracias a esta relación, las religiosas de la Compañía del Salvador se vieron beneficiadas de la paternidad espiritual de este fiel hijo de san Ignacio, que se convirtió en confesor extraordinario y director de Ejercicios de la Compañía del Salvador durante casi 20 años. La última vez que estuvo en el Colegio Mater Salvatoris de Madrid fue el 21 de junio de 2016, en la presentación de su libro Los misterios de la vida de Cristo, publicado por la BAC en su colección Cor Christi.
Encomendamos al Señor su eterno descanso y esperamos que quien ayudó tanto a la Compañía del Salvador en vida, siga haciéndolo desde el cielo.
El 23 de diciembre de 2016 falleció Ángel Félix, hermano menor de la Madre María Félix a quien ella, cariñosamente, apodaba “Angelitín”.
Con él se nos va toda una generación de personas muy íntimas a la Madre y el recuerdo vivo de su sonrisa, su perspicacia y de su sentido del humor. Con 102 años, Ángel seguía componiendo poesía, publicando en Internet y paseando por Barcelona con toda libertad. Seguía con gusto el avance de la Causa de Canonización de su hermana y se emocionaba al ver extenderse la Compañía (con la cual él colaboró como uno de los primerísimos profesores) por otras partes del mundo. Esperamos que la Madre Félix, que le quería de forma especial, habrá salido a recibirle en el cielo.